¿Juega de mártir o vive a Cristo ?

                                                
Todos nosotros sabemos cómo luchamos con los asuntos del corazón.  El pecado nos engaña, por lo que fácilmente nos volvemos falsos, nuestras expresiones externas son frecuentemente contenedores vacíos sin los verdaderos deseos de nuestro corazón.  Seamos conscientes de que, aunque por una parte es fácil para nosotros no sentir la  verdadera “pecaminosidad del pecado”; por otro lado, es fácil cambiar nuestro arrepentimiento en una penitencia por la cual tratemos de pagar la culpa por nuestro pecado a través de nuestro propio sufrimiento.  Ambos son igualmente repulsivos ante los ojos de Dios porque ambos están llenos de arrogante presunción.  Ser apático es minimizar el pecado y pensar más alto de nosotros mismos de lo que debiéramos. Pero tratar de hacernos dignos del perdón de Dios a través de una penitencia es fallar en reconocer humildemente nuestra verdadera necesidad de la gracia de Dios y  de un Salvador quien pagó la terrible pena por nuestro pecado  y quien provee la sola justicia aceptable ante los ojos de un Dios perfectamente Santo. 
El gran peligro para la persona “religiosa”  es despreciar la apatía, pero no la penitencia, porque no ve la arrogante presunción de ella.  Piensa que está expresando su indignidad, pero su corazón engañado en realidad expresa arrogancia en el peor grado.  Asume que su sufrimiento por el pecado le hará aceptable a Dios.  De nuevo aquí está minimizando su pecado, así como la santidad de Dios y el sacrificio de Cristo en la cruz, mientras hace demasiado de sí mismo.


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